01 -
En un cazo, pon la leche junto con la canela en rama, la piel de naranja y de limón, y la vainilla. Calienta a fuego medio hasta que la leche esté a punto de hervir. Apaga el fuego justo antes de que borbotee, tapa y deja reposar 10-15 minutos para que la leche se impregne de los aromas cítricos y especiados.
02 -
En un bol aparte, bate las yemas de huevo con el azúcar hasta que se vuelvan un poco cremosas y pálidas. Añade la maicena y bate hasta integrar, asegurándote de que no queden grumos secos.
03 -
Retira las pieles de cítrico y la canela de la leche infusionada. Vuelve a calentar la leche hasta que esté bien caliente pero no hirviendo. Vierte aproximadamente la mitad de la leche caliente en el bol de las yemas, en un hilo fino y sin dejar de batir para temperarlas. Luego regresa toda esta mezcla al cazo con el resto de la leche y cocina a fuego medio bajo, removiendo constantemente con una cuchara de madera o varilla, hasta que la crema espese y tenga consistencia de natillas densas (unos 5-7 minutos, evitando un hervor fuerte para que no se corte).
04 -
Retira la crema del fuego y vierte inmediatamente en ramequines o cazuelitas individuales de barro a través de un colador para eliminar posibles grumos. Deja atemperar un poco, luego refrigera al menos 2-3 horas (preferiblemente toda la noche) para que tome cuerpo y se enfríe completamente.
05 -
Justo antes de servir, espolvorea 1-2 cucharaditas de azúcar blanco uniformemente sobre cada crema fría. Con un soplete de cocina, derrite y carameliza el azúcar hasta formar una capa tostada. Si no tienes soplete, coloca las cremas bajo el grill fuerte del horno vigilando constantemente. Deja que el caramelo se endurezca por un minuto. Sirve inmediatamente, invitando a los comensales a romper la costra de caramelo y disfrutar la crema fría debajo.